HAY ALGO DE LA POESÍA DE
PÁDUA FERNANDES que me recuerda a La sonrisa de Hiroshima de Eugen
Jebeleanu, quizás la poesía que nace de los peores abismos e intenta renovar un
aire contaminado por los horrores del siglo XX, y los que todavía siguen. De
allí que para salvar a los muertos que ni siquiera fueron reconocidos como
tales, hay que salir a buscar un habla que juegue al límite con un lenguaje
canalla, y que más tarde lo exceda fabricando el Golem biopoético. La justicia
de los elementos: La rebelión de un cuerpo sólo hecho de fracturas. Juntar
materia aleatoria en esos retazos, el Cálcio ya no maldito,
el Cálcio renovado desde la garganta-mandíbula y por el toque mágico
de cierta palabra poética. Cálcio que puede batallar simientes de lo
siniestro, y de ese modo, salvar a los muertos. A las futuras generaciones
salidas de la cárcel de los propios huesos, o de la de sus padres en algún
lugar enterrados o carcomidos: Falta la piel / que cubra los vientos / y
los convierta en un cuerpo / entero de rebelión. Una nueva piel para los
huesos de la poesía actual; la estructura ósea de una comunidad grande
biopoética, espacio de encuentro, compromiso y la solidaridad entre los vivos
de acá, y de más allá.
Julián Axat
NOTA: Cálcio obtuvo en 2011
el Premio Gobierno Minas Gerais de Literatura, en la categoría poesía.
Libros de la talita dorada,
Colección Los detectives
salvajes / 15
Edición bilingüe.
City Bell: De la talita
dorada, 2013. 104 p.
ISBN 978-987-1918-05-8
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