SI LA POESÍA asume protagonismo como metáfora de la
política, será ella quien monte la proa del ahora para dar testimonio de lo que
pasa. Y hacia dónde vamos y de dónde venimos. Otra vez este lugar común para
referirnos a lo profético –pienso– pero... en un mundo atribulado por los
índices de dioses falsos y escaparates sacros, la voz de los poetas será el
agua. Y el fuego. Y el aire. Y será tu voz. José María se nutrió de aquel
existencialismo de los ’50, pero, adolescente, atraviesa los ’70 pelilargo y
andante y aprende a rasguñar piedras, correr calle abajo rodando-rodando y a encender
un fósforo detrás de los espejos para reconocerse en una generación hecha
jirones bajo la bestialidad neolítica. Es necesario redescubrirse, parece
decirnos, bajito, para que se sienta.
Gabriel Impaglione