Carlos Aiub
Libros de la talita dorada, 2007
No resultó fácil tomar la decisión de publicar estos poemas, fundamentalmente por que pesa sobre ellos la incertidumbre de conocer cuál es el destino que Carlos –nuestro padre- les había proyectado. Cuando la máquina de muerte ejecutada por la dictadura alcanzó a nuestros viejos, nuestra familia debió recuperar de la casa que alquilaban en Tolosa las pocas cosas que no habían sido robadas o destruidas y, entre ellas, fue hallado un viejo cuaderno anillado –de paradójica marca Éxito- que contenía, de puño y letra, los treinta poemas que aquí se trascriben. Nunca sabremos si fueron solo esos treinta los que escribió o estos sólo son una pequeña fracción de una obra que la acción represiva y silenciadora jamás nos permitirá conocer. Nunca sabremos tampoco si él hubiese querido hacerlos públicos, pero jamás tampoco tendremos esa respuesta.
Pasaron ya treinta años desde el secuestro de Carlos, durante los cuales sus escritos pasaron de manos hasta llegar a las definitivas: las nuestras, las de sus hijos. Como padres inexpertos, sobreprotegimos el cuaderno recluyéndolo en el silencio y la seguridad del cofre destinado a los patrimonios más valiosos -a esos pocos legados tan inevitablemente propios como la sangre- donde esperó por años el fin de su cautiverio. Hoy hemos decidido por fin liberar los versos, aparecerlos, abrir la posibilidad a un pequeño triunfo, a ganar una mínima batalla: la de volver a Carlos entre nosotros y, a través de su poesía, retomar su voz inconclusa.
La mayoría de estos poemas no poseen título, solo unos pocos recibieron nombre. Algo similar ocurre con las fechas, no todas fueron registradas por Carlos. Esta publicación respeta el orden espacial que ocupaban los poemas dentro del cuaderno, y de acuerdo a ese orden han sido, tal vez irrespetuosamente, numerados. Contemplando aquellos poemas fechados, resulta extraña la inexistencia de una línea cronológica dentro del ordenamiento espacial; una posible explicación imagina al cuaderno conteniendo trascripciones de una selección realizada por Carlos, hipótesis probable dado el confiado uso de la tinta y las escasas correcciones. Hemos decidido además, acompañar las transcripciones con algunas copias de los poemas originales –de color amarillo tiempo- que nos permiten imaginar, como quien mira una vieja cinta “Super 8”, los movimientos cautos de su mano derecha hacedora de palabras cuyas mayúsculas no logran distanciarse.
Carlos nació en Coronel Dorrego y entre colegio, fútbol –con mas ganas que habilidad, según cuentan-, clases de plástica y algo de Beatles, trascurrieron allí su infancia y juventud junto a sus hermanos menores, Riqui y Marita. Algunas viejas fotos lo delatan por esos años sobre el altar de la Iglesia del pueblo, primero como disciplinado monaguillo y luego como miembro de Acción Católica, confirmando su condición de chupasirio, tal como muchos lo recuerdan cariñosamente.
Una vez terminados sus estudios secundarios, Carlos emigró a La Plata a estudiar Geología, carrera en la que se graduó tiempo después. Durante esos años, la facultad, la pensión y la realidad descubrieron para él que la iglesia no era herramienta suficiente para alcanzar los cambios legítimos con los que comenzaba a soñar. Se acerca al Peronismo de Base e inicia su militancia barrial; allí conoce a Beatriz Ronco -Bea en sus poemas- quién fue su compañera, esposa y con quién tuvo dos hijos varones. Juntos y en compañía de Riqui, eligen al Movimiento Revolucionario 17 de Octubre (MR-17) como nuevo espacio de lucha, sería el nuevo y definitivo. El golpe de estado de 1976 hirió trágicamente a la historia del pueblo argentino y lo hizo con la misma intensidad en la familia Aiub: el 9 de Junio de 1977 detuvieron en La Plata a Beatriz Ronco y Ricardo Aiub, al día siguiente a Carlos, de quienes jamás se conoció su paradero; un mes después en un operativo asesinaron a Marita, a su esposo Rafael y a Claudio, el hijo de ambos de solo dos meses de edad; también en julio de ese año, secuestraron en Coronel Dorrego a Maria, la madre de los hermanos Aiub, que tras ser brutalmente torturada, fue liberada días después. Con estas desapariciones y asesinatos aún cercanos en tiempo y espacio, fue hallado el viejo cuaderno anillado que todavía atesora los versos de nuestro padre; versos aparecidos.
La literatura fue una de las grandes pasiones de Carlos, él amaba la lectura y aún graduado y trabajando como docente en el Museo, continuaba sosteniendo su trabajo alternativo de venta ambulante de libros. La búsqueda por conocer qué libros habitaron su biblioteca no ha sido muy esclarecedora, a través de testimonios solo descubrimos que alguna vez recomendó como de lectura imprescindible a "A sangre fría" de Truman Capote y "Otra vuelta de tuerca" de Henry James. Es en este campo de sensibilidad y letras, donde nuestro padre libra batallas por escribir poesía o como el mismo definió por “escribir esos versos que aún intentás a golpes”.
Sus poemas sangran ante las evidencias de un mundo cruelmente desigual y persiguen el vértigo y la intensidad de una transformación urgente. Son flechas certeras que decodifican un universo de entrega y compromiso, donde la cercana posibilidad de la muerte no está siquiera seducida por la duda de una alternativa posterior, sino padecida como el vacío que no permitirá sintetizarse en ese triunfo inexorable. Su poesía encuentra espacios para reconocer en su amor por Bea al motor necesario para el cotidiano andar dentro de la realidad viscosa; nos cuenta sobre sus hijos, flores y proyectos, temiendo una violenta imposibilidad a verlos crecer, pero confiando en la libertad como único posible legado.
Hace algún tiempo, Juan Gelman, recordando a Paco Urondo, describía la indivisible unión entre militancia y poesía que el poeta desaparecido había alcanzado:
“No hubo abismos entre experiencia y poesía para él; corregía mucho sus poemas, pero supo que el único modo verdadero que un poeta tiene de corregir su obra es corregirse a sí mismo, buscar los caminos que van del misterio de la lengua al misterio de la gente. Luchó con y contra la imposibilidad de la escritura. También luchó con y contra un sistema social encarnizado en crear sufrimiento."
Difícilmente encontremos un modo más claro para entender la vida y la poesía de Carlos Aiub.
El rescate de estos versos hacia su publicación en papel y en su hermano formato web (www.versosaparecidos.com.ar) hubiese sido imposible sin la desinteresada entrega de Emiliana Carricondo, Julian Axat, Soledad Rodriguez Sabater, Verónica Sanchez Viamonte y José María Pallaoro. Imprescindible también resultó HIJOS y su incansable lucha, refugio desde donde aprendimos a reencontrarnos con nuestros viejos. A todos ellos, infinitas gracias.-
Ramón Aiub Ronco y Juan Aiub Ronco
Junio de 2007
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Diario Regional de Pilar
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